Cuando llegamos, lo primero que vimos fue sus ojos brillantes. No podía disimular su alegría por la visita que recibía, me acerque a la puerta del corredor donde asomaba su rostro anhelante y habido de cariño, buscando una caricia de mis manos.
Abrimos la puerta y pase a tocar su cabeza tersa y suave, él recostaba su cabeza con sumo placer y agradecimiento sobre mis manos, frotando su rostro en mis palmas, luego se irguió tan largo como era para tratar de abrazarme.
Me pregunté una y otra vez, el porque tenia que dejarlo ahí, solo, encerrado, como si cumpliera un castigo, cuando en realidad lo único que deseaba era tenerlo conmigo. No me agradaba sentir su abandono reflejado en su actuar.
El esperaba que fuera a liberarlo de su encierro, y venirse a nuestro hogar. Pero la verdad era que no iba a traérmelo, ni siquiera a librarlo del encierro. No podía darme ese lujo, solo fui a ver, que tuviera alimentos y darle algo de mi persona.¿Cuanto duraría su encarcelamiento fuera de la familia?, no lo sabia, solo sabia, que en algún momento sucedería. Me estremecí al darme cuenta, que yo y nadie más que yo, tenía el poder de inclinar la balanza a su favor tomando una decisión al respecto. Que en mis manos había mucho poder para eso.
Recordaba, como días atrás se había abrazado fuertemente a mi pierna izquierda y no podía lograr que me soltara, se aferraba con suma fuerza y con un rostro presa de angustia y suplica, para que no lo dejara ahí. Me tuve que soltar de su abrazo que duro como 10 o 15 minutos. Por fin cuando logre soltarme me fui con el corazón acongojado como si lo apretaran fuertemente, y un nudo en la garganta no se hizo esperar.
Unos días después fuimos a ver como se encontraba, decidí, solo saludarle a través de la reja, para no estar expuesta, a que de nuevo se aferrara a mi cuerpo y no tener el valor de dejarlo de nuevo.Realizamos algunas faenas en el lugar. Se vio que no le faltara agua ni alimentos. Cuando llego el momento de retirarnos, el se acerco a la puerta dispuesto a salirse junto con la persona que le administro lo necesario para su sustento. Temíamos que saliera primero que la persona y se nos escapara. ¿Qué sería de él, si se nos iba y ya no lo encontrábamos? ¿Qué sería de nosotras, que perderíamos su cariño cautivo hasta el momento.
Por fin, me acerque a la reja del corredor, lo llamé, le puse mi mano en su rostro , cerraba sus ojos sintiendo la caricia. Eso fue, para que la otra persona lograra salir sin que la siguiera. Cuando se dio cuenta del truco, en su rostro dibujo un rictus de dolor, de abandono, y lanzo una replica tan fuerte que estremeció mi corazón y mi ser, se soltó en un llanto grave y desesperado, preguntando, porque lo dejábamos ahí. El no entendía, porque esa decisión, si percibía nuestro cariño, y el nos lo daba a raudales.
Nuestro corazón estaba contrito, subimos al auto y hasta allá se escuchaba su replica, su coraje, y su lamento. Yo no quería siquiera voltear a ver su rostro, que reflejaba tanta angustia y abandono, que me hacia sangrar el corazón.
A él, le había tocado el papel más difícil de lo sucedió días atrás. Los amantes de lo ajeno se habían colado a robar en ese sitio y por poco, nos dejan sin nada. Como él, es nuestro guardián, y guardaespaldas; le tocaba ese papel difícil, estar ahí para cuidar el patrimonio familiar.
Es difícil explicarle, y que entienda, cuanto lo amamos, y el porque todos tenemos que cooperar para evitar el robo en nuestros haberes, y por lo que veo, parece que él pagó, lo que le tocaría pagar al ladrón si lo capturaran.
La otra persona estuvo ahí dos días, para que no se sienta solo, viéndola salir y entrar. Pero aun así, su llanto es fuerte. Con ladrido de protesta, que parece, que morderá a quien se acerque. Y a la vez, de tristeza cuando lo dejamos. Creo que hasta su pelo hermoso y largo de perro labrador, empieza a perder.
Habrá, que estar cerca de él más tiempo, y sacarlo a pasear. Mientras se encuentra otra solución.
CELIA RIVERA GUTIÉRREZCd.
Cd. Obregón Sonora, México
28 de enero del 2008