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Soy una persona inquieta, que ama la vida en toda su extensión de la palabra y disfruta escribiendo lo que percibe de ella, saboreando cada palmo de lo vivido. soy terapeuta holistico.

jueves, 12 de junio de 2008

UN ARCOIRIS, UN TRUENO Y UNA…


Un arco iris, un trueno y una caravana de salutación, me brindaron los elementos de la naturaleza, como un regalo a mi presencia en las hermosas tierras de Sinaloa. Cuando me desplace conjuntamente con mi amiga Cecilia y su pequeña niña, tan inquieta como las mariposas que encontramos revoloteaban en los campos reverdecidos por las torrenciales lluvias.

Me era difícil dormir en el trayecto Cd. Obregón-Culiacán debido al recuerdo de antaño, en que un chofer de autobús se le olvidó, que llevaba un pasajero a esa ciudad y casi me deja hasta el bello Puerto de Mazatlán.

Por lo tanto a pesar de que mis ojos querían cerrarse y mi cerebro me exigía descanso y mi torrente sanguíneo casi cesaba en su movimiento tratando de obligarme a soltar el cuerpo, no podía correr el riesgo de que mi viaje se hiciera más largo de lo planeado.

No podía atenerme a que mi compañera me despertará, pues cuando le sugerí que recostara a su pequeña en los asientos vacíos para que durmiera bien y ella descansara, me había dicho, que no lo hacia para no correr el riesgo de perder a su pequeña, pues ella solía dormir como un lirón, y nada la despertaba. Así que me mantuve despierta un buen rato tratando de adivinar que kilometraje faltaba para llegar a mi destino.

Era de madrugada, quizá las 4 de la mañana, cuando se soltó una torrencial lluvia que presagiaba un conato de huracán.
Los árboles como fantasmas a la orilla dela carretera se inclinaban hasta formar un ángulo de 45 grados con respecto al piso o bien con la bóveda celeste. Como si nos hicieran una caravana de bienvenida tipo oriental u arte marcial. Los vientos soplaban con furia, los chorros de agua corrían por los cristales de las ventanillas del vehículo que se mecía con la fuerza del viento. Algunos árboles tirados en la carretera hicieron más lento el movimiento precautorio del autobús, para resguardar la seguridad de los pasajeros.

-Me pregunté-, -¿Qué pasaría, si cuando lleguemos a la Cd. Todavía tiene fuerza la tormenta?-,-¿encontraríamos algún taxista, que porte algún paraguas para abordar el auto o nos tendremos que mojar?- la espera no fue larga para saberlo, 4 kilómetros adelante se divisaron las luces de la bella ciudad, indicándonos su presencia ya próxima.

Pronto estuvimos en la central de autobuses. Aun llovía, pero más calmo. Me adelante para comprar el boleto del taxi que nos llevaría a nuestro destino previamente programado, y salimos mojándonos para abordar el auto. Confiábamos en que el chofer debería conocer la Cd. Y nos llevaría al lugar correcto. Pero… ¡sorpresa!. Él quería que nosotras le dijéramos por donde transitar. Me erguí un poco sobre mi asiento, como para cobrar algo más de estatura y hablar con firmeza e indicarle, que su persona tenía la obligación de conocer los mapas de la Cd. Ya que ese era su trabajo. Puso cara de mal
humor y a regañadientes logro dejarnos en las puertas de nuestro destino. Pero antes hizo su rabieta y bajo tan pronto como pudo nuestro equipaje y nos las aventó en plena banqueta encharcada del agua que aún caía en forma más menuda pero persistente. Y simplemente se marcho.

Entramos a la casona con sus amplias entradas que tiene como fachada. Subimos las escaleras buscamos una habitación bacía para acomodarnos. En cuanto lo hicimos, busqué una regadera para ducharme y tumbar las telarañas del sueño que aun se anidaba en mi rostro. Necesitaba despejarme, sentirme limpia y fresca para asistir a la Ceremonia que oficiaría el H. G. Gustavo Toro exactamente a las 07:00 horas.

Algunas personas se encontraban en la sala de usos múltiples haciendo algo de ejercicio antes de ducharse.

Aún estaba en el baño frente al espejo, cuando apareció “mi querido señor” el que había llenado la mayor parte de mi vida y de pronto se había hecho el huidizo. Iba en busca de una regadera para también ducharse, para el mismo objetivo que el mío. No me sorprendió verle ahí. Pues mi hija y yo desde el mediodía habíamos tratado de comunicarnos con su persona, y siempre nos enviaba a buzón, cosa que sucede cuando esta reunido con ciertas personas. Y nuestra intuición nos indicaba que se habían ido juntos para participar de los mismos eventos. Creo que quien se sorprendió fue él, al encontrarme justo en el sitio en que el pensaba entrar.

El H. G. se presento con su ropa blanca, hizo los preparativos, acomodo sus elementos de ceremonia, me saludo afablemente y me pregunto por mi hija (en esta ocasión ella no iba). Se realizo la ceremonia y participamos en ella. Al final nos dio el derecho de palabra para realizar la dinámica de compartir. Recibí su apoyo espiritual con una bendición. Y sentí, que el viaje, la desvelada y lo que fuera valía el precio para lograr estar ahí.

Los culichis nos recibieron con un buen desayuno al término de la ceremonia. Nos saludamos, nos abrazamos y nos sentimos unidos en un mismo objetivo. El de mejorar nuestras propia vidas para con ello mejorar nuestro entorno.

Había personas de: Culiacán, de Mazatlán, de Mochis, de Cd. Obregón, de Hermosillo, de Ensenada y de Guaymas y por supuesto, también los invitados de honor cuyo origen es de Colombia. De ahí nos acomodamos en varios automóviles para trasladarnos al terreno que se trabajará, para convertirlo en un Centro de Cultura y Desarrollo Humano, comprado por la laboriosa comunidad de Culiacán.

El traslado fue placentero pues tuve el gusto de reencontrar a mi querida amiga Rosalinda con la que había vivido y compartido momentos agradables en mi viaje a New York. La lluvia había cesado, y aunque no había salido el sol, sin embargo se hacia sentir al generar un calor sofocado y pegajoso, surgido de su presencia a tras de las nubes. Era como afirmarnos, que no nos había abandonado y siempre estaría ahí para nosotros. Los campos se veían verdes. Toda esa vida que espera agazapada tras la aparente aridez y sequedad de la tierra, se hace presente a la menor lluvia, rompiendo la tierra o la roca si es necesario para asomarse a saborear de un trayecto de existencia más, y acumular más experiencia en su genética. Y luego los campos se llenan de un aroma delicioso, con mezcla de olor a tierra mojada que me recuerda mi niñez cuando mi padre volteaba la tierra para sembrar, y el aroma de la vida surgida de ella con la amalgama de diferentes tonalidades en color, sabor y aroma.

Las mariposas se lucían con su colorido fantasioso por los campos. Invitándonos a sumarnos a su regocijo. Y un grupo de éllas blancas e inmaculas me recordaron un viejo símbolo de pureza. Creo que mi espíritu no pudo tener mejor alimento que todo ello. Las flores se hacían presentes por doquier asomando su cara inquieta, llena de curiosidad tratando de saber que hacia allí su presencia. Se asemejaban mucho a las caritas de los niños cuando empiezan a prestar atención a su entorno.

Más tarde se tendría un taller de estudio por el H. G. Faltaba por lo menos media hora para su comienzo cuando regresamos del terreno y degustamos la comida. La verdad necesitaba descansar para no dormirme en la plática. Me recosté un rato y caí profundamente dormida. Cuando desperté ya había como 60 personas en tormo al
MAESTRO, esperando su charla.
Ahí se diserto sobre quienes somos, que hacemos y a donde vamos.
Bueno no se llamo así el tema, pero al final de cuentas el estudio de la vida nos lleva a eso.
Agradezco todo esto al cosmos mismo que me permitió vivirlo.
Celia








1 comentario:

ROSA E OLIVIER dijo...

Più giù, in fondo alla Tuscolana...
!?...passavo per un saluto!